domingo, 20 de marzo de 2011

can't help but feel

Late más fuerte que nunca esa sensación de que la vida no te pertenece en absoluto.
Que el mundo es demasiado extenso como para pensar si quiera en cerrar los ojos, es tan, tan grande que la existencia individual se convierte en algo ínfimo, tan exhuberante que el entorno en el que vives va apretando cada vez más tu cuello.
Sentir en algún momento que el que creías tu sitio se ha convertido en cuatro paredes en las que el oxígeno escasea.
Te detienes, reflexionas, ¿es este, acaso, el momento o el lugar?
Y no lo es.
Divina insatisfacción. Nunca lo es.
Duele saberlo, duele reconocerte equivocado e incluso perdido, pero una vez equivocado e incluso perdido la única opción es elevar la vista hacia delante y echar a andar.
Recorrer un camino sin saber hacia donde conduce, simplemente dejar que los pasos te guíen y aprender a respirar.

miércoles, 9 de marzo de 2011

escape the nest

Corría tanto como le permitían sus pies. No fue consciente de la velocidad que llevaba hasta que se dio cuenta de que había alcanzado los altísimos maizales que marcaban los límites de su sencilla existencia.
No sabía de qué huía, sólo sabía que había tomado la determinación de partir rápida e inmediatamente y, sin tiempo de pensar, sus piernas comenzaron a acelerar, como una locomotora cuando empieza a alejarse de la estación: primero despacio y después cada vez más deprisa, un engranaje tras otro se va activando, y el continuo girar de los hierros arriba y abajo y el humo creando caminos en la altura.
Siguió corriendo hasta que se topó con un árbol, un árbol que sus pies no quisieron esquivar, simplemente se detuvo y, sin dudar un segundo, se subió a la más alta rama.
Desde arriba vio las nubes, blancas como la nieve estampadas en el inmenso azul del cielo estival.
El extensísimo campo se abría entonces a un infinito dorado y verde, marrón y gris.
Cogió impulso y saltó. pero el vértigo no le oprimió los pulmones ni la gravedad la atrapó con su red. Flotó abrazada al viento, avanzando cada vez más deprisa en dirección al sol, poniente y cálido.


segunda estrella a la derecha y todo recto hasta el amanecer

martes, 8 de marzo de 2011

la misma mirada felina

Solían quererse tanto que a menudo se odiaban. 
Se odiaban como la Luna y el Sol, pero ella no podía vivir sin su luz cegadora y él necesitaba la frescura de sus noches.
A él le volvía loco el cielo estrellado en los ojos de ella. A ella le perdía el calor de los rayos de él. 
Se encontraban una noche cada muchas lunas llenas y estaban juntos hasta que se morían de calor. 
O quizá se encontraban un día pasados muchos soles y estaban juntos hasta que el frío les calaba los huesos.
Y después el tiempo se les echó encima, cayó como un telón al final de la actuación. 
Todavía hay noches en que la Luna se queda en vela recordando la suavidad de su intenso brillar, y pierde el color y se muere de pena, se apagan las estrellas y el cielo se cierra. 
Y aún hay días en que el Sol no sale y se esconde con las nubes a ver el día pasar, sin pensar en nada más que en tener que respirar. 

Y la Tierra en su eterno girar los mantiene inevitablemente unidos a la distancia insalvable que los separa, sin nada que hacer salvo alcanzar el amanecer y verse de lejos al atardecer, sin querer atreverse a extender el lazo que pueda desviar para siempre sus trayectorias. 


"en el bosque frutal de mi libertad, 
de su soledad, 
de nuestro vendabal"

lunes, 7 de marzo de 2011

asphyxia

Las noches sin su compañía eran como intentar respirar en el agua, asfixiantes, agobiantes, claustrofóbicas y sobre todo interminables. Pero siempre aparecía al amanecer, en el preciso instante en que los pulmones ya no dan más de si, cuando tu cuerpo se ve sacudido por fuertes convulsiones, buscando él mismo el aire que tú no le quieres dar, entonces un rayo de vida y luz deshacía la marea, y un doloroso pero placentero oxígeno se colaba en tu cuerpo llegando hasta la más insignificante célula, que se cargaba de vitalidad otra vez.