sábado, 28 de mayo de 2011

Life in Technicolor

Me he dado a la nostalgia, sentada al sol, café en mano, solo, oscuro, humeante.
Tengo hoy una extraña sensación de frío, a estas alturas del año.
Me abstraigo y me dejo llevar por la paz del momento.
Escucho a los vecinos, en el jardín, con los niños. Todos hablan, gritan, se retuercen de risa. Puedes sentir la felicidad de sus miradas sólo con oírles.
Termino por llegar a los recuerdos al fondo de mi memoria. Canciones y juegos y risas pero, sobre todo (y esto es lo que mejor recuerdo), despreocupación, sensación de bienestar completo y absoluto. Recuerdos de ridículos espantosos y de sonrisas infinitas.
Oigo un coche y vuelvo aquí, y se hace presente en mi mente la clara certeza de que cualquier tiempo pasado fue mejor.
Es probable que en el pasado nuestro presente también tuviera luces y sombras, de hecho estoy segura de que así fue, pero en la ignorancia infantil no hay sitio para una sombra, pues al encender la luz desaparece, llevándose el menor atisbo de miedo o de tristeza.
Si vuelvo atrás compruebo que los colores son bien distintos y que ahora la alta definición los ha matado por completo. Un pasado colorido, un presente gris y un futuro incierto y negro como la pez.
Vamos perdiendo la capacidad de encontrarle el vivo color a la propia vida, una paradoja más que sumarle a nuestro triste existir.
Me acabo el café pero permanezco aquí, deseando poder despertar y comprobar que todo esto fue un mal sueño y que aún estoy allí, envuelta por un arco iris existencial, sin necesidad de plantearme nada más, nunca más.

lunes, 2 de mayo de 2011

Take the money and run o Gana dinero con tu blog y otras historias

Últimamente me he parado a pensar en mi, no de un modo egocéntrico ni narcisista, sino elemental, sobre mi estado anímico, sobre mi vida, sobre las cosas que pienso y las que hago.
De un tiempo a esta parte han desaparecido los días más duros. Es decir, hay días horribles en que nunca puedes dejar de llorar, o en que nadie parece merecer una buena palabra, hay días muy malos pero, con todo, no son tan malos como los de antes.
Antes, uno de esos días, me acostaba por la noche y nunca llegaba la mañana. No había Dios que me sacara de la cama. Estaba tan triste que no me sentía capaz de pensar si quiera. Se desataba la tormenta. Sé por qué lloraba, por lo que aún hoy lloro, pero ya no es de la misma forma. No sé si es conformismo vital pero, aunque esté cansada, me levanto cada mañana.
Aquello que aún me corroe por dentro es el futuro. Presumo de no preocuparme por él. Supongo que no lo hago en temas que pueden variar, que se me escapan, pero en aquello que es inevitablemente cierto solía enfrascarme una y otra vez hasta acabar agotada. El futuro es duro. Lo que la vida nos depara. A todos nos depara lo mismo, a grandes rasgos: estudia para ser una persona de bien, rodéate de otras personas de bien, encuentra a tu media naranja o a tus gajos preferidos, asciende llevándote por delante a cuantas personas puedas, trabaja como si te fuera la vida en ello, ahorra dinero, dinero, dinero, paga una casa, un coche, el colegio de los niños, dinero, dinero, dinero, esfuérzate para que el día de mañana tengas una buena pensión, dinero, dinero, dinero, cómprate algo a la última moda, págate una semana de vacaciones en la playa, pero controla tus gastos porque tu madre ya es vieja y quizá necesite ir a una residencia, además tus dientes ya no son lo que eran y unas prótesis decentes cuestan un riñón, colabora con el tercer mundo donando un sucio euro a una organización decadente, ojo con la hipoteca, parece que este mes vamos justos, trabaja, trabaja, trabaja, dinero, dinero, dinero, consume, consume, consume, vuelve trabajar, vuelve a ahorrar, vuelve a consumir, y después de trabajar toda tu vida como un condenado, resulta que el cuerpo envejece y te vas marchitando lenta y dolorasamente, con un poco de suerte al final podrás pagarte un bonito agujero en el que caerte muerto por lo menos los siguientes treinta años después de la fecha oficial de tu defunción y no, aquí no acaba la historia, lo mismo le pasará a tus hijos o a tus sobrinos, igual que le pasó a tus padres y a tus abuelos. Vive mucho para así poder consumir mucho, dale valor al dinero con la sangre que pierdes a cada paso que das, no trates de luchar, pues poco se puede hacer salvo dejarse llevar. Es prácticamente imposible escapar a esas expectativas, imposible escapar del poder del dinero y de su yugo de destrucción.

Me da miedo el futuro, ese futuro, pero más miedo me da el hecho de saber que ya no sufro como antes. Si sufres es porque estás vivo. Prefiero sufrir antes que rendirme, al menos sabré que aunque mi cuerpo sea una máquina, mi cerebro sigue teniendo un atisbo de cordura.