miércoles, 27 de abril de 2011

Reflexiones a la desesperada

Como un huracán, o incluso como dos. Se pierden mis pensamientos, mis sentimientos, hoja arriba, hoja abajo. Es decepcionante saber que la vida es sólo morir poco a poco, en la mayoría de los casos. Que el tiempo que nos queda es el que tenemos ahora en nuestras manos, efímero, incierto.
Nunca tenemos el control. Lo que hacemos da lugar a una serie de consecuencias que quizá nunca hubieran existido si los hechos hubieran variado en el más sutil de los matices. Casi sin darnos cuenta las situaciones se suceden fortuitas como lo hacen los minutos, sin posibilidad de retomarlos, reformarlos, readaptarlos.
A menudo siento el peso del tiempo, que todo lo cambia, segundo a segundo. Nada dura eternamente. Por desgracia la vida, a pesar de breve, es suficientemente extensa como para que se consuman cientos de situaciones que merecerían perdurar más allá de lo que la Tierra puede llegar a ser capaz de soportar.
Sin embargo todo, sin excepción, llega a su fin, aunque por largo tiempo podremos seguir disfrutando del brillo que irradiaban debido a la distancia que separa a los recuerdos de la realidad, como las estrellas, decadentes y lejanas.
Es triste darse cuenta de la capacidad innata que muchos tenemos para perder el tiempo.
Pensar en él no lo hará pasar más lentamente. Conocerlo no permitirá detenerlo.
Y una y otra vez, sea lo que sea lo que me pueda ocurrir, me vuelvo a sentar y vuelvo a pensar, y al final a la única conclusión a la que puedo llegar es a la misma de las veces anteriores: el tiempo no espera por nadie, la vida no espera por nadie. Puedes despertar y tomar las riendas de tus auténticas decisiones. Exponerse al riesgo sólo puede salir bien, al fin y al cabo, el desenlace es el mismo, más tarde o más temprano la vida decide poner punto y final, y más vale que la haya aprovechado porque nadie me va a regalar una segunda oportunidad.

lunes, 18 de abril de 2011

delicate

you could have saved me
after all












there's no more time for heroes.

domingo, 17 de abril de 2011

L'infini















Escarpadas las esquinas y
sinuosas las callejuelas
que afilan los rincones
de la vieja ciudad.
Arriba una luna de plata
lo baña todo de inmensidad,
y teñido de oscuridad se halla
aquello que el viento no talla,
lejos, donde se escucha el mar.

Rompen sonoras las olas de su tempestad,
dejando tras de sí la calma
de una noche sin alba
y la angustia de su soledad.