lunes, 29 de agosto de 2011

Conformarse o morir

Es la historia de un alma en pena que vaga a lo lejos, en un reflejo de tu mirada, en el recuerdo del tacto de una nube inmensa, gris, pero blanda, agradable.
Es la lluvia, gota a gota, inundando la ciudad, ocupada en crear espejos en cada hondonada del asfalto, entre adoquín y adoquín, entre tus pasos y los míos, por detrás, tan atrás. Rebotando estoicamente contra la tela negra del paraguas.
Te detienes - yo me detengo, muchos metros lejos de ti.
Cierras el paraguas, miras al cielo. Las gotas resbalan por tus mejillas, las lágrimas rebosan y se lanzan la vacío, calle abajo, las perdí de vista al pestañear.
Y ahí estás, absolutamente inmóvil entre los peatones atareados. Y yo te miro. Ahora lo has sentido, has notado mis ojos clavándose en tu nuca y te has girado y has mirado a través de mi, como si de un vidrio se tratara. Mirabas en mi dirección, más allá de mi mirada, en algún punto en otra galaxia en esa misma ciudad.
Una vez más echaste a andar y te volví a perder. Atravesada aún por tu intensidad fui incapaz de mover un solo músculo. Te dejo marchar, como se dejan marchar a las aguas, corriendo abajo y más abajo. Y me vuelvo a conformar con la sencilla felicidad de despertarme y ver que el sol brilla un día más, sin tus cejas nublando el cielo, y me alegro de que la lluvia vele siempre mi rostro y de que tus ojos no sepan ver en la oscuridad.

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