lunes, 20 de octubre de 2014

En el bosque existencial de las flores mínimas

El cuerpo se desparramaba por el suelo. Fluía con las respiraciones de la tierra.
Sin darse cuenta dejaba ya de estar en sí para estar en un cúmulo de almas sin cuerpo que yacían al sol.
Tiene la vida de una flor sinuosa y bella,
se muestra radiante para que los seres se acerquen a olerla,
para que todos los insectos polinicen en ella.
Es una flor roja sangre que brilla a la luz de la luna.
Es la vida hecha carne.
Un campo fértil sin sembrar.
Y no quiere ser flor de florero,
no quiere ser flor de fragilidad,
quiere ser cardo, rama, árbol,
crecer fuerte e independiente,
extenderse hacia el sol y
alimentarse de lluvia
y de
tierra.

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